REFLEXIÓN DEL XXIV CONGRESO

XXIV CONGRESO INTERNACIONAL CIENCIA Y VIDA – 2022

Estados fallidos: La defensa de la vida y su dignidad como barómetro de legitimidad

Hemos estado reflexionando estos días (28, 29 y 30) en el marco del XXIV Congreso Internacional Ciencia y Vida sobre “Estados Fallidos. La defensa de la vida y su dignidad como barómetro de legitimidad”. Ha sido como un aterrizaje forzoso en una realidad con la que es necesario darnos de bruces, a fuer de lo mucho que pasa ignorada.

La Modernidad, ya en franca disolución, nos había hipnotizado con la supuesta perennidad de su basamento. A saber, la idea de la historia como progreso, la idea de la superioridad de la racionalidad científico-técnica sobre racionalidades finalistas, y la idea de la preeminencia del formalismo democrático consagrado en el cambio de régimen político. Al amparo de estos supuestos se conformaron mentalidades y rutinas que ahora vemos desprovistas de lógica. En concreto, de la lógica del límite, de la lógica de la dignidad, y de la lógica de la caridad, que podemos representar con iconos de controversia, como son: la crisis ecológica, la violación de los derechos humanos, y la configuración de mecanismos de exclusión amparados en legalidades formales. Además, la modernidad fue ocultando poco a poco el quién, el sujeto. Tanto el sujeto individual que ampara el derecho, a la vida fundamentalmente, como los sujetos colectivos que amparan la libertad, religiosa, por ejemplo, o la identidad, caso de la familia.

En este contexto del fin de la modernidad, con crisis recurrentes caca vez más graves y peligrosas, el valor seguridad (Bellver) parecía configurarse como uno de los más importantes. Ahí, se pensaba y se piensa, el estado debe de articularse para asegurarnos el paso a la siguiente etapa histórica y civilizatoria con el menor costo posible en angustias, sufrimiento, y cerrazón. Pero, todavía deudores de la idea de progreso lineal, la mentalidad actual piensa que el imaginario heredado de la modernidad puede ayudarnos a vislumbrar el camino a seguir, tomando como modelo los criterios de excelencia estatal que la misma modernidad nos había propuesto. Así, se pensaba y se piensa, que lo normal es pasar de un estado precario, propio de países supuestamente subdesarrollados, a un estado consolidado, propio de países desarrollados, y de ahí y mediante la fuerza unida de esos países punteros (verbi gracia: Europa y Norteamérica), proponer al mundo un criterio de excelencia estatal que consagre la seguridad y confianza necesarias para afrontar los retos civilizatorios que tiene planteado el mundo en esta tesitura epocal.

Las experiencias de nuestra decadencia cultural en términos cualitativos y de los retrocesos constatados en la supuesta línea evolutiva de progreso, con los casos de estados que pasan de consolidados a precarios a causa de guerras o emergencias varias, y de estados que no son capaces de salir de la precariedad, deberían de habernos curado en salud. Sin embargo, ahora nos sorprendemos, quizá hipócritamente, al constatar que estados consolidados, y entre ellos algunos de los más punteros, pasan a estados fallidos en vez de a estados de seguridad, derecho y justicia, capaces de facilitar el tránsito cultural al que estamos abocados. ¿Cómo es, nos preguntamos, que el derecho a la vida pasa a cuestionarse entre las élites políticas de los países más poderosos?, ¿cómo puede plantearse consagrar en un texto constitucional el aborto como derecho humano (León)?, ¿en base a qué concepción de lo justo para a ser disponible lo indisponible (Bobadilla)?, ¿cómo puede un tribunal superior de justicia amparar la persecución de objetores de conciencia (Martí)?, ¿qué significa un estado legítimo cuando éste ignora sus propias leyes y coarta la independencia judicial (Endelman)?

En el congreso se han repasado muchas derivas y casos, así los de EE.UU., México, Perú, Paraguay, Polonia, Argentina y España. De unos y otros se sacan luces y lecciones para el discernimiento personal. Efectivamente es muy importante aquí el posicionamiento propio. No ya tanto qué es lo que deberían hacer (ellos, quienes quiera que sean), o nosotros (quienes seamos), sino lo que yo debería hacer para adoptar una postura coherente y ejemplar frente o a favor del estado en el que vivo, según sea su tipificación. Dos razonamientos al respecto se han repetido mayormente en las intervenciones. Uno es que no hay, como muestra el ejemplo de RvW, causas perdidas de antemano en lo que a las acciones políticas respecto a la defensa de la vida humana y su dignidad se refiere. Y el otro, es que el protagonismo de la sociedad civil es determinante en el tránsito de un estado justo a otro fallido o viceversa. De la misma forma que hay estructuras de maldad, las hay de virtud, y ambas se mantienen con la implicación, la determinación, la generosidad, y la constancia de quienes las promueven y sostienen.

Como se puede inferir, tras un congreso académico en el que las ideas se presentan a gran velocidad, es necesario pararse a pensar y ponderar las aportaciones presentadas. Bueno será, al efecto, repasar los textos que ya han aparecido, o que lo harán próximamente, en la web del congreso. Varios de estos textos pasarán después a engrosar el Banco de Temas de ULÍA, nuestra biblioteca virtual, disponible para nuestros alumni. También surge la necesidad de hacer una reflexión interna, en ULÍA, sobre los temas presentados de cara a articular y actualizar nuestra oferta de cursos y programas. Así es como hemos ido incrementando nuestra oferta año a año y esa es la razón por la que el curso viniente incorporamos tres programas nuevos que se suman a los 22 ya existentes (el Bienio propedéutico de filosofía, la Diplomatura en asesoramiento y consejería personal e institucional y el Curso de experto en derecho y literatura). Queda para nuestra reflexión en claustro la conveniencia de sumar para la oferta de 2024, siempre y cuando podamos reunir el trabajo regalado requerido para hacerlo, algún curso sobre ciencia política que alumbre y analice los contenidos que se han ventilado en este XXIV congreso.

Doy las gracias, merecidísimas, a todos los participantes y a quienes han regalado su trabajo en la infraestructura, una muestra de que la economía de gratuidad funciona y es operativa en el sector educativo. Y hago votos para que, Dios mediante, y una vez superados los problemas de salud global, podamos reunirnos pronto, de nuevo presencialmente, en un congreso que incluya ceremonia de graduación. Las propuestas y solicitudes son bienvenidas desde ya.

Con los mejores deseos y ánimos,

José Pérez Adán