Los títulos de ULIA no tienen reconocimiento estatal.
Una forma de mirar las universidades del mundo es la que las distingue en dos campos. De un lado el derivado del llamado burocratismo napoleónico, que defiende el monopolio del estado para otorgar títulos; y de otro el derivado del sistema del libre emprendimiento anglosajón, que deja esa potestad en manos de las universidades. Gran parte de los países de habla española están en el primer campo, donde se hace necesaria la oficialidad (el reconocimiento del estado) para que los títulos tengan validez. No es el caso de ULIA.
Nuestra universidad es libre. Algunos piensan que es la única universidad genuinamente libre del mundo. El precio que pagamos por esta libertad es la renuncia a la oficialidad. No buscamos reconocimiento ni oficialidad para ninguno de nuestros programas. Quienes los cursan lo hacen para aprender (no para ganar un salario) y quienes los imparten lo hacen para servir. Como institución no necesitamos ni queremos una oficialidad basada en sellos, pólizas, autentificaciones, comprobantes y verificaciones, herencias todas de un estatismo hoy trasnochado y viejo. ULIA sigue, como la mayoría de las universidades de herencia anglosajona, su propio sistema de validaciones que se basa en nuestra firma y sello. Nada más. Si alguien pensase que la firma de uno de nuestros diplomas es falsa, el peso de la prueba recaería sobre él o ella: debería probar que lo es. Y en el curso de esa comprobación naturalmente tendrían que dirigirse a nosotros.
Cabe hacer tres aclaraciones más:
La primera es que esta postura no es, en absoluto, beligerante. No se trata de una hipotética consecuencia de la escasa legitimidad de algunos estados por su postura activa o colaboracionista en la destrucción de vidas humanas y que en esa tesitura nosotros respondamos no reconociendo como válida su sanción para nuestra actividad. No, no se trata de eso. Nosotros no buscamos ese tipo de oficialidad porque hemos apostado decididamente por nuestra libertad. Queremos enseñar lo que sabemos, queremos hacerlo gratuitamente como un servicio desinteresado, y queremos prestar ese servicio a quien queremos sin condicionamientos, exclusivismos, ni preferencias venidas de fuera. Internet nos permite hoy en día esa libertad. En ese sentido, damos la bienvenida a un mundo desregulado y libre donde el mérito prime sobre las relaciones de poder, la voluntad de aprender sobre el lugar y condicionamientos de nacimiento, y el libre acceso sobre las barreras que levantan el reparto de prebendas y el afán de lucro. ULIA no está contra ningún estado, no es de ningún estado, y está a favor de la libertad.
La segunda es que sí que apoyamos los esfuerzos que han desarrollado algunos de nuestros alumnos en uso de su arbitrio para conseguir reconocimiento oficial para sus diplomas. Ellos lo han hecho a título personal, por exigencia de sus circunstancias. A nosotros nos parece bien, les hemos ayudado dando la información pertinente y lo seguiremos haciendo. De igual modo no nos opondremos a que alguno de nuestros títulos, fruto de un convenio específico, fuese declarado también título propio de una universidad que por su sola presencia como co-oferente diese algún tipo de validación u oficialidad al diploma correspondiente.
En tercer lugar, para nosotros la cuestión clave es la calidad de la formación ofrecida. La renuncia a buscar apadrinamiento estatal activo por nuestra parte no supone ninguna dejación en las exigencias de excelencia de nuestra actividad. Nuestra aspiración es que nuestros alumnos obtengan la mejor capacitación posible y que ello, después, vaya en beneficio de la sociedad en la que viven y que para hacerlo no tengan que sortear obstáculos discriminatorios de ningún género.