EL REGRESO DE BEN y el amor incondicional2022-10-05T13:41:57+02:00
  1. La primera escena es ya muy significativa. Vemos a unos niños ensayando una canción en el coro de la Iglesia como preparación de la Navidad… Nuestra historia empieza, pues, en una Iglesia (reflejo de la presencia de Dios en este caso) y símbolo del mensaje central de la película: Dios nos ama, al menos, con un amor tan incondicional como el de la madre, protagonista de esta historia.

Los niños cantan una canción cuya letra dice: “la tierra era dura como el hierro. El agua era como una piedra. La nieve había caído. Nieve sobre nieve…”. La canción también expresa lo mismo: la tierra es el corazón del hombre (en la Sagrada Escritura se le tilda de piedra, no de hierro) duro, que pese al agua (bautismo) parece no cambiar y luego la nieve, que es agua, más gracia, gracia sobre gracia… Es decir, Dios no se cansa de ayudarnos, de darnos su gracia, de ayudarnos. Él no nos deja.

  1. Cambio de escenario: de la Iglesia se dirigen a casa y… ¡sorpresa! Ahí está Ben. Ben, el hijo, el drogadicto reincidente, el que lleva años tratando de dejar la droga sin conseguirlo; Ben, el que convirtió en un infierno el hogar familiar las dos últimas navidades.

Habían hecho un pacto de que no aparecería, pero Ben ha mentido (su padrino no le había dicho que ya podía salir) y se ha presentado por Navidad en casa. Su madre le recibe con un abrazo (como el padre en la parábola del hijo pródigo). Y vamos a poder presenciar cómo ese abrazo se prolonga durante toda la película: porque toda la película es una apuesta por Él, una apuesta por encima de sus mentiras, robos, recaídas y trampas. El amor de su madre es incondicional: es su hijo y ella es su madre y eso… eso es suficiente.

  1. Dios nos profesa un amor así: no tienes que ser increíble, ni guapo, ni listo… puedes ser débil y reincidente. A Él no le agradas tanto por tus méritos, como por la confianza y la fe que le profesas. Y, ojo, no podemos dudar de que Ben quiere a su madre; es más, es lo único que quiere. La cuestión es si el amor a ella es más fuerte que su amor a las drogas.

Pienso que si a cada una de nuestras negaciones Jesús nos responde con un abrazo, al final, sólo nos queda la desesperación o el amor. La desesperación es ese pecado que se describe en la Sagrada Escritura como el pecado contra el Espíritu Santo y que sonaría así: “no, Dios no puede personarme lo que he hecho. Demasiado grave. Demasiado gordo”. De ahí la desesperación. Si el Espíritu Santo no puede perdonar ese pecado es tan sólo porque tú crees que no puede ser perdonado.

  1. Detengámonos un instante la incondicionalidad de ese amor divino. Es verdad que al hijo pródigo el padre le dejó hacer una confesión pero no nos consta la confesión de Pedro tras las negaciones, la de la samaritana con sus cinco maridos o la de la mujer sorprendida en adulterio. De todas ellas la más significativa es la de Pedro (porque en las demás ese amor se da implícitamente). Simón, hijo de Juan, ¿me amas? ¡Es brutal! “No me digas lo que has hecho porque ya lo sé, lo sabía incluso antes de que lo hicieras, dime sólo si me amas, no porque no lo sepa, sino porque quiero oírlo”. Si me amas, ya está. Insisto: una cosa es el daño que Ben, por el vicio en el que está metido, inflige a los suyos, pero ninguno puede negar que quiere, que ama, a su madre.
  2. Y esto nos lleva a considerar (es un misterio) cómo el pecado actúa en nosotros. En este caso el vicio de Ben por la droga nos muestra:

a) como una doble personalidad. No; él es el mismo siempre pero hay una fuerza superior a él que le posee. Esto es una estructura de vértigo. Bidé cuando quitas el tapón y notas como cada vez el agua va más rápido.

b) como la verdad pierde claridad en él y sufre con sus propias mentiras.

c) como pierde la visión de futuro, de medio o largo plazo: cada vez considera menos las consecuencias de sus actos.

d) y, por último, como cada vez le cuesta más aguantarse a sí mismo y aceptarse como es (porque toda droga, todo pecado es un alejarse, un huir de la realidad). Por eso no se siente digno de ese amor. Algo que muestra claramente en la secuencia de la gasolinera:

– Mamá, no valgo la pena. Si de verdad me conocieras, pasarías de mí: Maté a Maggie, te mentí… déjame.

– No pienso dejarte. Te conozco y sí vales la pena.

Ella, su madre, es la única que cree en su esperanza (ojo, en la esperanza que cree que puede vencer ese bicho que se le ha metido dentro). Sólo necesitamos a alguien que confíe, que crea en nosotros…

  1. Ben vuelve a casa por Navidad (situando la historia en Navidad está también diciéndonos que el amor de Dios por nosotros se manifestó por primera vez en la Encarnación… antes Dios nos manifestó su protección, su predilección, su…pero no un amor así). “Volver a casa” por Navidad. “Volver a casa” pienso que es la historia de cualquier vida humana: todo consiste en volver a casa. ¿Recuerdas el Señor de los Anillos? ¿Y la Odiesa? El regreso de Frodo a La Comarca o de Ulises a Ítaca reflejan esta verdad: nuestra vida es un volver al hogar, un volver al seno materno. Salimos de Dios y volvemos a Dios: existus-reditus que decían los clásicos.

Y Navidad es uno de esos momentos del año donde uno vuelve a casa, al hogar. Hogar es el sitio al que siempre se vuelve. El hogar forma parte de la propia intimidad. Fue la domesticación del fuego lo que dio lugar al hogar: cambio el refugio o madriguera en un “lugar del fuego”, es decir, un “hogar”. Por lo que originariamente se caracterizaba por estas dos cosas:

a) Defensa, refugio, luz, calor (puerta): volver. Fuera y dentro. Lo extraño y lo propio.

b) centro de preparación del alimento (mesa). El comer juntos, con los míos. Comida en la que comparto mi vida.

Y, de esos dos elementos, el hogar es más mesa que puerta. De ahí que donde más se muestra la acogida es en la mesa (si lo comparo con la Iglesia: la puerta sería el bautismo y la mesa la comunión. Y de ahí la diferencia entre el destierro (no pasar de la puerta) y la excomunión, que es mucho más fuerte (no tomar el mismo pan).

El hogar no es, por tanto, un opcional. No tenerlo es una herida de las profundas. ¿Por qué? Dostoievski decía: “sabed que no existe nada más elevado, más fuerte, más sano y más útil para el porvenir, en la vida, que cualquier buen recuerdo y tanto más si éste pertenece a la infancia y a la casa paterna”.

  1. Esto me lleva al tema de la educación sobre todo en los primeros años. Cuando la plastilina está todavía blanda. Ahí se forma ese disco duro que nos protege, nuestra intimidad más íntima (referencia a Diamantes de sangre) que nos protege: así somos…

Por eso entendemos mejor esta afirmación de Jesús a los suyos en la última cena: “voy a preparaos un lugar”, que suena como “voy a preparaos un lugar, en vuestro hogar”. Ahora Jesús se dedica a esto. Ésta es su profesión.

  1. Pero volvamos al amor incondicional. Podemos decir que…

a) Extraños-conocidos-amados-íntimos. Son como círculos concéntricos. No estamos llamados a querer a todos por igual, eso es imposible. El mismo Jesús mostró su predilección al escoger unos apóstoles de entre sus discípulos y, de entre ellos, a Santiago, Juan y Pedro (les reservó la Transfiguración y un papel especial en la oración en el huerto). Lo que significa que el disfrute y el apoyarse no lo hace con todos igual. La vida consiste en aumentar la calidad y la cantidad del amor.

b) El amor de filiación: el que recibo por ser hijo. Se tiene por nacimiento (como la ciudadanía para san Pablo), es decir, por ser, ser hijo (no hay otra manera de ser que siendo hijo). Aumenta con la correspondencia pero no se retira por la no correspondencia. “Quiéreme cuando menos lo merezca pues es cuando más lo necesito”.

Este diverso en el padre y en la madre. El amor de la madre es más acogida, el del padre más exigente. El de la madre es el más incondicional de los dos. La madre es la que espera. ¿Por qué? Por la relación de la madre con el hijo. Aunque se dice que los dos han tenido un hijo, sólo ella lo engendra y lo lleva 9 meses dentro de sí.

Ese amor es imagen del amor de Dios. ¿Puede una madre olvidarse del fruto de sus entrañas? Pues aunque ella se olvidase, yo no me olvidaría de ti.

  1. La última escena es muy significativa: el aliento que da vida (porque ella ha dado la vida por él). Y él revive. Una especie de resucitación. Dios ha dado la vida por nosotros, como Julia Roberts por su hijo, y al final abriremos los ojos a esa vida nueva que nos espera, llena de amor y sin necesidad ya de luchar.

E.C.M.

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