Después de 35 años y 1.500 artículos de cine, Julián Marías seguía sin considerarse crítico. El periodista Alfonso Basallo, cinéfilo admirador del filósofo vallisoletano, se adentra en el corazón de Marías para rebatirle su propia convicción, para demostrarle que por mucho que renegara de su condición, era un crítico de cine. Y un filósofo. Y un intelectual. Y un pensador. Una rara avis que no ha dejado herederos… Todo ello lo ha contado en Julián Marías, crítico de cine (Fórcola) del que Alfonso Basallo habla para Nueva Revista.
¿Por qué cree usted que un filósofo de la categoría de Julián Marías decidió dedicar tantos artículos, tiempo y talento al cine, considerada hasta hace muy poquito la menor de todas las artes?
Porque era un gran cinéfilo y porque le parecía que en el cine había respuestas a grandes preguntas. Lo impresionante es que él rescataba esas ideas de una manera muy llana e inteligible. Era capaz de hablar de Aristóteles o Kant con un estilo claro y elegante, muy en la estela de Ortega, que estaba obsesionado con que la filosofía fuera accesible a todo el mundo. Así que digamos que llevó la esencia de la filosofía a la butaca del espectador.
¿Pero era sobre todo un filósofo o sobre todo un espectador?
Las dos cosas (risas). No se puede separar ni elegir. Él decía: “Ver es pensar con los ojos”, de nuevo siguiendo a Ortega. No se puede disociar la filosofía de la expectación, de la contemplación, de mirar la realidad del mundo y del hombre. Por eso sus críticas están tan intrincadas con la razón, pero también con la vida. El cine es para él una realidad inventada que tiene que tener sentido, tiene que tener lógica y coherencia, pero una realidad, desde Fort Apache a My fair lady.
Pese a que no se sentía crítico de cine hay pocos que le hayan superado en tiempo y artículos.
Marías empezó a escribir artículos sobre cine en el año 62 en La Gaceta Ilustrada, y ya entonces le empecé a seguir. Estuvo cerca de veinte años hasta que empezó su larga y rica trayectoria en Blanco y Negro. Sí es verdad que su estilo no se acoge al género de la crítica cinematográfica propiamente dicho, pero me llamó siempre la atención la insistencia con la que renegaba de esa condición, quizá es porque quería mantenerse al margen de la crítica ideológica, tan en boga en los años 60 y 70 cuando los críticos eran de izquierdas o derechas y por tal se les conocía. Su acercamiento al cine era meramente cultural, y por supuesto antropológico y filosófico, pero nunca ideológico o político.
Del estilo de Marías sigue asombrando hoy en día su lenguaje claro y meridiano, hablara de cine o de razón pura.
Cuando termina la Guerra Civil, Marías, por ser orteguiano, es castigado: le suspenden la tesis y no le dejan enseñar. Se tiene que ir a Estados Unidos a dar clase y se pone a escribir libros porque tiene que comer. Por eso tiene tanto interés en que su prosa sea muy clara, porque necesita vender libros para poder vivir. Creo que ahí fue cuando adquirió ese estilo que, al margen de sus ideas, es absolutamente admirable.
Si Truffaut definía al crítico de cine como el espectador más completo, ¿cómo podría definir a Marías?
Bueno yo sí le considero crítico de cine (risas). De hecho, escribí el libro para demostrar que sus artículos son críticas además de pequeños ensayos filosóficos. Pero supongo que él se habría considerado a sí mismo como un mero aficionado. Como mucho un intelectual aficionado. Pero un aficionado capaz de hacer reflexiones filosóficas sobre el amor, la libertad, el destino, la muerte, la política o la educación sin olvidar nunca la película y valorando el trabajo del director y de los actores, evaluando el resultado y aconsejando o desaconsejando verlas. Su trabajo cumplía la función de la crítica, sin duda, e iba mucho más allá.
Marías buscaba el sentido antropológico de cada historia, casi de cada personaje de una película. ¿Cree que ello intrinca con su anhelo, como católico, de búsqueda de la Verdad?
La buscaba en el cine y en la filosofía. De hecho, para él la filosofía era un género literario llamado a realizar esa búsqueda. Cuando escribió Historia de la Filosofía quiso construir un relato en el que contara la búsqueda del hombre en pos de la Verdad. Él mira todo desde este prisma. Y pide al cine que no dé una visión reduccionista del ser humano, no le gustaba que el personaje fuera tratado como una marioneta, como James Bond, por ejemplo. Le gustaban los personajes con sustancia humana.
Como crítico era un hombre exigente. Por ejemplo no le gustaba la intrincación de género y consideraba que la voz en off era un recurso literario dentro del cine, “el fracaso del cine” lo llamaba, porque sustituía ortopédicamente la imagen. En esto es difícil estar de acuerdo con él…
Una de las cosas que él pedía a las películas era la visualidad, que con verlo baste. Era un fanático de que con la imagen hubiera suficiente de que la palabra esté supeditada a lo que vemos. Y así pensaban grandes maestros como Hitchcock, al que él admiraba profundamente.
Pero también era benevolente… Hay películas donde la historia o el hombre y su conflicto no hay por dónde cogerlas, no dignifican al hombre ni plantean preguntas. Son lo que son, sin más. Y él sin embargo, les sacaba cierta enjundia.
Efectivamente. Siempre salvaba algo de alguna película. Pero precisamente por eso cuando es duro es muy interesante. Fue duro con Fellini o con Oliver Stone… Le parecen directores vacíos, sin sustancia.
Marías habla del placer de ver el cine, del gozo. Él exigía esto, aunque la película fuera bélica o trágica. Esto es interesante porque el cine de hoy tiende a un feísmo a veces asombroso… Parece que para hacer género hay que se enfático y duro y que los cineastas se lo quieren poner difícil al espectador para sentir ese gozo de mirar.
En los años 80 y 90 anticipó ese feísmo. Le irritaban las concesiones vulgares al lenguaje, el cine feista, obsceno, poco elegante en definitiva. Para él era una bajada del nivel cultural, una concesión fácil al énfasis.
Una pregunta complicada: ¿qué cree que hubiera opinado Julián Marías del cine de hoy?
Me hubiera gustado que hubiera hecho la crítica de algunas películas contemporáneas porque creo que habría visto con pena el bajo nivel educativo, la carencia estética y cómo se ignora ahora la belleza de las artes, y la terrible influencia de la televisión a la hora de contar una historia. El público de hoy ha perdido el paladar para entender y captar la belleza. Pero los cineastas tienen que atraparlos con brocha gorda.
¿Qué quiere decir Marías cuando afirma que una película tiene que ser fiel a sí misma o que está por debajo de sí misma?
Por supuesto se refiere primero al nivel formal: un buen director, unos buenos actores tienen que ser fieles a la calidad de su trayectoria y a lo que se espera de ellos, no pueden ser infieles a su público. Y, segundo, al nivel aspiracional de una película: muchas veces no llegan a lo que se proponían, por multitud de razones, pero no llegan, como Cleopatra de Mankiewicz, una película que le molestaba especialmente porque, habiendo podido ser una gran obra, a medida que avanza se desparrama, se pierde, y uno ya no sabe por dónde va. Él pedía un ejercicio de responsabilidad al propio creador, pero les pone el listón muy alto. Se pone siempre de lado del público, y el público es implacable y la taquilla poderosa.
Él solía decir “prefiero un western a un festival de Cannes” lo que viene a vindicar que la calidad no está reñida con el entretenimiento puro y duro. Por eso le encantaban Ford y Hitchcock, y otros muchos directores clásicos que hacían películas que el público veía en masa y que eran extraordinarias, muchas de ellas auténticas obras de arte, con una visión del hombre muy interesante y hasta elevada y muy entretenidas. Nada de esto está reñido con la calidad. De hecho, las películas sesudas y vacías le irritaban mucho. Le irritaba mucho el crítico pedante que sólo consideraban buen cine las películas abstractitas del neorrealismo italiano o de la Nouvelle Vague francesa. Películas interesantes sin duda, pero para el espectador aburridas. Él quiere distanciarse de todo aquello y pide a las películas inteligibilidad y entretenimiento, por eso se identifica tanto con el espectador popular porque quiere líneas claras, objetivos concretos. Para Marías el cine debería ser una pugna equilibrada entre el arte y el entretenimiento.
Pero qué humildad, además, identificarse con el espectador popular teniendo un nivel intelectual elevadísimo…
Cualquier lector instruido entiende las críticas de Marías perfectamente.
¿Cuándo se publicará una compilación de sus artículos?
Eso quisiera saber yo… Hay un editorial que publicó una selección. Las de La Gaceta Ilustrada no se pueden leer en ninguna parte, hasta lo que yo sé, pero las de Blanco y negro están en ABC digital.
Usted ha sido periodista cultural casi la mitad de su carrera, o más: ¿que le ha aportado esta mirada tan compleja y a la vez tan meridiana de la valoración crítica de una obra?
Lo primero, la escritura. Me fascina el estilo de Julián Marías. Y, segundo, la curiosidad que tiene por todos los temas, la avidez por conocer más y más cine. Era una persona abierta, de gustos muy amplios. Veía western y clásico, pero también cine ruso y europeo. Podía valorar Pulp Ficiton, de la que habló muy bien, y sin embargo Bergman, que es el director de las grandes preguntas, le parecía un tostón. Pero sí quisiera destacar la huella de la cultura de sus críticas. Todas y cada una de ellas están llenas de filosofía, de literatura, de arte, de ballet, de Galdós y de Alejandro Dumas, de historia y de música clásica. Y por su puesto de reflexiones filosóficas, antropológicas o teológicas. A la crítica de ahora le falta mucho ese sacarle el jugo cultural a una película. Los críticos de ahora sólo saben de cine. No abren su espectro. Él revertió el género, por eso era único.
Póngame un ejemplo.
El Padrino sería uno. Él la consideraba un tratado de política y en su crítica de la película, sin olivarse nunca de ella y teniendo siempre la historia y lo que ocurre como eje, es capaz de hablar de Maquiavelo, de los Borgia, del Renacimiento, de la teoría y la razón de Estado. El Golpe, por ejemplo, la relacionaba con la picaresca española del Siglo de Oro. Eso a ningún otro crítico se le ocurría y pienso que no se le ha ocurrido todavía. Eso sólo te lo da una trastienda cultural vastísima y una apertura de miras que yo creo que ahora no hay…
¿Por eso no tiene un heredero natural?
No lo tiene no. Pero tampoco lo tiene a nivel filosófico. Pienso que filósofos cinéfilos o accesibles en su aproximación a la cultura ha habido cuatro o cinco a lo largo del siglo XX: Ortega, Laín Entralgo, Eugenio Trías o Fernando Sabater, pero poco más. Y desde luego no han sido tan sistemáticos como Julián Marías.
Dígame como son las críticas de Julián Marías, para concluir.
Son un regalo. Es pedagógico, enseñan a ver cine, ayudan a ver cosas que igual antes el espectador no ha visto. Y enseña a entender el misterio del hombre. Casi nada…
Os pasamos el sitio web para poder acceder al libro: Alfonso Basallo