El deseo de ser padres (en Up) versus la exclusión de los hijos2021-05-20T10:38:11+02:00

El deseo de ser padres (en Up) versus la exclusión de los hijos

Por su propia índole natural, el matrimonio se ordena al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole (c. 1055.1). Entre los esposos, la unión sexual tiene dos fines inseparables: expresar mutuamente un amor total y definitivo, y dar la vida, ser fecundo. Lo que no significa que siempre ni automáticamente todo acto sexual lleve a la creación de vida; pero negar esa dimensión del encuentro sexual, supone una falsificación del amor.

Traer hijos al mundo es una de las mayores muestras de la grandeza del ser humano. No se trata solo de generar una vida, que no es poco, sino de acoger y acompañar durante toda la vida a un hijo.

Esa ilusión de tener hijos, se ve perfectamente reflejada en Up. Una película de animación de Walt Disney Pictures y Pixar Animation Studios, dirigida por Pete Docter, y estrenada en 2009 (ganó dos Oscar).

Sobre todo es recordada por su introducción donde, en cuatro minutos, hace un repaso magistral a la aventura que todo matrimonio lleva consigo. Las primeras escenas retoman la infancia de Carl, niño tímido y serio que idolatra a un famoso explorador, cuyas anécdotas suelen relatarse en unos informativos proyectados en las salas de cine de la época. Carl conoce a una niña enérgica y algo excéntrica, llamada Ellie, fanática también del explorador. De ser amigos pasan a enamorarse. Se les ve contrayendo matrimonio y formando su hogar en el anterior club de ella (ubicado en una casa abandonada del barrio) ya restaurada por completo. Él trabaja como vendedor de globos y ella consigue un empleo en el zoológico de la ciudad.

El amor entre Carl y Ellie conmovió a millones de espectadores, sobre todo por el deseo que Ellie tiene de ser madre (para ella cada nube del cielo toma la forma de un bebe) y como ese sueño de una familia numerosa es compartido por Carl, en cuanto entiende lo que quiere su mujer. Pero tras perder un hijo, descubren que no pueden tener más. A partir de ahí, resulta muy emotivo como Carl cuida de su esposa, la ilusiona con ahorrar para viajar algún día a las Cataratas del Paraíso (sitio al que siempre han querido ir), pero siempre hay alguna otra necesidad que les hace gastar los ahorros. Más tarde Ellie enferma repentinamente y fallece, sin que la pareja logre llevar a cabo el viaje anhelado, algo que Carl lamentará profundamente.

Este deseo natural de tener hijos choca frontalmente con la decisión de excluirlos. Para el Derecho Canónico es un elemento esencial, y no duda en afirmar que la exclusión de la prole impide el nacimiento de un matrimonio válido, cuando al menos uno de los contrayentes se propone con un acto positivo de la voluntad, evitar la descendencia en el matrimonio que va a contraer (c. 1101.2). Existirá causa de nulidad si refleja una verdadera decisión ya tomada. Si la decisión de no tener hijos es posterior a la celebración del matrimonio, por ejemplo porque el matrimonio va mal, o uno de los cónyuges está enfermo, no incide sobre la validez del matrimonio, porque no afecta al consentimiento, que fue prestado íntegramente en el momento de la celebración.

Las razones que pueden provocar en el momento previo a contraer matrimonio la exclusión de los hijos pueden ser muy variadas: miedo al fracaso matrimonial, a contraer responsabilidades para las que no se ven capacitados o, simplemente, porque no le gustan los niños, etc. Razones que configuran a los cónyuges en su manera de ser y que muchas veces se ven influenciadas por el ambiente cultural en el que viven.

Para declarar si un concreto matrimonio es nulo por exclusión de la prole, el Tribunal debe investigar la existencia y la fuerza del supuesto acto positivo de la voluntad contrario a la descendencia, averiguando que le indujo o les indujo a excluir los hijos del matrimonio, y cómo llevo o llevaron a la práctica durante la convivencia conyugal ese propósito de no tenerlos.

La exclusión puede ser manifestada implícitamente. No hace falta un acto explícito. Se puede decir, “yo no quiero tener hijos”, o demostrar implícitamente que no va a tenerlos. Quien siempre está rechazando a los niños, que le molestan por todo, quien huye de las complicaciones que le pueden llegar a ocasionar (no poder viajar, hacer lo que quiera…), etc. está demostrando su comportamiento que no los quiere.

En fin, hay que distinguir la exclusión de los hijos de las decisiones de retrasar los nacimientos en el marco de una paternidad responsable -donde sí se aceptan, pero existen circunstancias graves (de salud, económicas, de la propia convivencia, etc.) que aconsejan ese retraso.

Todo esto lo puedes ver reflejado en esta secuencia

Clemente Huguet Abío

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