El derecho a contraer matrimonio en Loving (Jeff Nichols, 2016)
Cuando les pregunto a mis alumnos si creen que existe el derecho a contraer matrimonio, les hago esta pregunta juntamente a la de si existe el derecho a tener hijos y a ser felices. La mayoría no duda en responder afirmativamente. Y esto me da pie para explicarles que no tenemos derecho a tener hijos ni a ser felices, porque es imposible demandarlo o exigirlo ante alguien.
Muchas personas, que tienen el convencimiento que la felicidad es un derecho, al sufrir contratiempos o desgracias, se frustran y deprimen. No acaban de comprender que la felicidad, más que una exigencia, es una vivencia: los momentos en los que somos verdaderamente felices, normalmente están relacionados con la paz y alegría que sentimos cuando hacemos lo que debemos, olvidándonos de nosotros y entregándonos a los demás. Esto es un síntoma de madurez. Como leí hace años en un artículo, la negación del sufrimiento infantiliza.
Tampoco tenemos derecho a tener hijos. El mero deseo de tenerlos no conlleva que se haga realidad la maternidad o paternidad. Aun en el caso de que una pareja infértil acuda a la adopción, ésta no se da automáticamente, pues la autoridad competente tiene que expedir un certificado declarando la idoneidad de los padres candidatos. Las autoridades no permitirán adoptar a quienes no tengan recursos para mantener una familia, su esperanza de vida sea corta por edad o enfermedad, o tengan una condena por abuso a menores, solo por citar algunas de las causas que lo imposibilitarían. Ahora bien, una vez que somos padres, los hijos sí tienen derecho a que sus padres se amen y respeten y a que los quieran.
En cambio, el derecho a contraer matrimonio y fundar una familia, es un derecho reconocido tanto por las leyes internacionales como nacionales y por el Derecho Canónico, que establece que en la elección de estado, todos los fieles tienen derecho a ser inmunes a cualquier coacción. Nadie tiene que contraer matrimonio contra su voluntad, pero si tiene derecho a contraer matrimonio siempre que alguien consienta libremente en casarse con él. Lógicamente a partir de una edad, previo consentimiento prestado libremente, y sin restricciones de raza, nacionalidad o religión. La familia es tan fundamental para la sociedad que debe ser protegida por el Estado.
Todo esto que hoy parece tan obvio no siempre ha sido así. “Loving”, una producción británica-estadounidense, cuenta la historia real de una pareja, Richard y Mildred Loving (Joel Edgerton y Ruth Negga), él blanco y ella negra, que en los años sesenta contrajeron matrimonio viviendo en el Estado de Virginia, donde las leyes prohibían el matrimonio interracial. Llama la atención el apellido Loving, precisamente a quienes no les era permitido casarse.
Deben viajar a Washington D.C. para poder contraer matrimonio en secreto, con el padre de la chica como único testigo. Al poco tiempo, les detienen por la noche en su propia casa, como si fueran criminales. En el momento de la detención, la policía le pregunta a Richard que hace con esa mujer, y cuando éste le explica que es su esposa y muestra la licencia de casados, le responden que eso allí no sirve. Son encerrados en calabozos diferentes, y a él no le permiten pagar la fianza de ella. Por consejo de su abogado se declaran culpables, y las opciones que les da el juez son un año mínimo de cárcel, disolver el matrimonio y estar veinticinco años sin verse o abandonar el Estado de Virginia, cosa que hacen.
Durante toda una década lucharon por su derecho a volver a casa como marido y mujer, frente a la intolerancia racista. Al final, Mildred le escribió al Fiscal General para explicarle su caso, quién respondió enviándoles a un abogado de la Unión Americana por las Libertades Civiles que, de forma gratuita, asumió su defensa intuyendo que estaba ante un caso que podía servir para derogar las leyes esclavistas. Por fin, en 1967, la Corte Suprema les prestó atención.
La escena seleccionada mezcla el alegato final de sus abogados, con imágenes que reflejan la sencillez del amor entre la esposa y su marido. Voluntariamente no quisieron estar presentes en la Vista. Los abogados del Estado de Virginia defienden la prohibición del matrimonio interracial con el argumento que atenta contra la paz y dignidad de la comunidad, y la injusticia que supone traer hijos al mundo mestizos, porque -dice- son bastardos. Cuando el abogado le pregunta a Richard si quiere que diga algo en su defensa, este le dice simplemente que ama a su mujer.
Los letrados de Richard y Mildred alegan ante el Tribunal que no se puede tomar en consideración esta ley solo desde un punto de vista delictivo, sino que afecta a la dignidad de las personas, por ejemplo en todo lo relacionado con el derecho a heredar o la legitimidad de los hijos. E intentan que el tribunal comprenda que el matrimonio interracial no constituye ningún peligro para el Estado de Virginia. Concluyen explicando que se trata de un derecho fundamental. Y…
Y tienen razón, porque estamos ante un derecho intrínseco a las personas, ya que el matrimonio es el estado natural del hombre. Es la primera manifestación de que la persona es radicalmente sociable y, por tanto, existe el derecho a casarse con quien uno quiera, siempre que ese deseo sea correspondido.
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Clemente Huguet Abío