El consentimiento viciado por desconocimiento: la ignorancia y el error en Con faldas y a lo loco (B. Wilder, 1959).
Según el Diccionario de la Real Academia, el error es un juicio falso y, la ignorancia, la falta de ciencia. Ambas difieren en que mientras en la ignorancia el sujeto desconoce el objeto, en el error se contiene una afirmación o negación con relación al objeto que no se adecúa a la realidad.
Desde el punto de vista del consentimiento matrimonial, cabe declarar nulo un matrimonio cuando uno o ambos contrayentes ignoran qué es la institución matrimonial, no por causas patológicas o de enfermedad (en ese caso estaríamos hablando de incapacidad para contraer matrimonio o falta de deliberación), sino por otras causas como la falta de educación o una incorrecta formación religiosa. Lo regula el c. 1096 del Código de Derecho Canónico cuando afirma que es necesario que los contrayentes no ignoren al menos que el matrimonio es un consorcio permanente entre un varón y una mujer, ordenado a la procreación de la prole.
El error puede referirse tanto a lo que es el matrimonio, como a la persona con quien se contrae. El canon 1097.2 del CIC especifica que el error acerca de una cualidad de la persona, sólo lo hace nulo si se pretende esa cualidad directa y principalmente. Esa cualidad no se refiere a que quiera, como todo el mundo, que la persona con la que se va a casar sea alegre, buena, cariñosa y trabajadora. Significa que quiere casarse con una persona que posea una determinada cualidad, como por ejemplo, con un varón o una mujer que puedan concebir hijos.
Cuando explico las causas de nulidad matrimonial canónica, siempre me refiero a la importancia de la prueba en el proceso. Siguiendo con el ejemplo, para que se entienda mejor, una vez comprobada que la cualidad pretendida no existe -que fulanita o fulanito es estéril- y por lo tanto no puede tener hijos, habrá que acreditar que esa era la razón de su consentimiento, teniendo en cuenta las circunstancias antecedentes: hablaba continuamente de tener hijos, ha roto con otras novias o novios al descubrir que no podían tenerlos, si alguna vez dijo que no se casaría con alguien que no los pudiera tener… También puede resultar significativo el demostrar cómo ha sido su reacción al descubrirlo, porque de ahí se puede llegar a deducir la importancia que le daba a esa cualidad.
El canon 1098 del mismo Código describe el error doloso (hecho a conciencia): uno es engañado deliberadamente por el otro para obtener su consentimiento, acerca de una cualidad que por su naturaleza puede perturbar gravemente el consorcio de vida conyugal. Puede ser con palabras o también con el comportamiento, porque simula algo que no es, o disimula algo que es.
Para ilustrar la nulidad del matrimonio por esta causa, he elegido la disparatada conversación final entre Jerry y Osgood en la famosa comedia de Wilder Con faldas y a lo loco.
El argumento, un poco enrevesado, es el siguiente: durante la época de la Ley Seca en EE.UU., Joe y Jerry son dos músicos que se ven obligados a huir después de ser testigos de un ajuste de cuentas entre dos bandas rivales. Como no encuentran trabajo y la mafia los persigue, deciden vestirse de mujeres y tocar en una orquesta femenina. Para ello fingen ser Josephine y Daphne respectivamente. Paralelamente Joe, para conquistar a Sugar -la cantante del grupo- finge ser un magnate; mientras tanto Daphne es cortejada por Osgood, un millonario. Jerry (Daphne) acepta, planeando un divorcio inmediato y así cobrar una sustanciosa compensación en cuanto se desvele el engaño. Estamos ante un error doloso.
Tal dolo debe ser grave, en cuanto que la cualidad sobre la que se produce el engaño puede, por su naturaleza, perturbar el matrimonio. Será siempre extrínseco, es decir, suscitado por las manipulaciones bien del otro cónyuge, bien de una persona interesada en la celebración del matrimonio. Lógicamente, quién engaña para tal fin debe hacerlo conscientemente.
En la escena final seleccionada se reúnen las dos parejas en el yate de Osgood, y nos muestran las dos conversaciones, donde los mentirosos se sinceran. En la parte de atrás, Joe le dice a Sugar que no es millonario, y ella lo acepta, haciendo primar el amor. En la proa de la lancha, Jerry aún vestido como Daphne y hablando todavía como mujer, le dice a Osgood que debe ser sincera con él, y le da unas razones por las que no puede casarse: desde el color del pelo, a la infertilidad, pasando por el vicio del tabaco. Osgood, sorprendentemente, las acepta todas (como si no le importasen). Sin más opciones, Jerry se quita la peluca que le caracteriza como Daphne, y sin disimular la voz masculina grita “soy un hombre”, a lo que Osgood responde “bueno, nadie es perfecto”. Uno de los finales más graciosos de la historia del cine, también por lo impredecible de la respuesta.
Todo esto lo puedes ver reflejado en esta secuencia
Clemente Huguet Abío