“EL INOLVIDABLE SIMON BIRCH (1998) cuando la fe, más que ayudarnos a aceptarnos (que no es poco), nos impulsa a descubrir nuestra misión y a llevarla a término”
por Eduardo Camino
1. El arranque
La primera imagen, dentro de una iglesia, es una vidriera en la que podemos ver, de fondo, una barca en un lago tranquilo. Jesús y los apóstoles, Simon Pedro, Juan, Andrés, etc. No es una imagen puesta por casualidad porque se nos vuelve a proponer, antes de escuchar cualquier palabra, ya fuera de la iglesia (cuando la cámara baja sacándonos de ella). Lo que representa es un guiño al tema central de la película: el sentido de la vida del protagonista o, en una palabra, su posible misión (de héroe)… de apóstol. Él tiene el mismo nombre que el Príncipe de los apóstoles. Jesús tiene un plan para él, como lo tenía para sus apóstoles. Y ellos, al igual que nuestro protagonista, cuando estaban representados en esa vidriera todavía no lo sabían.
Junto a ese tema principal, otros dos muy ligados: la fe y la amistad (la de Josef y Simon Birch es reflejo de la amistad de esos apóstoles con Jesús en ese lago). Estos temas quedarán formidablemente entretejidos ofreciéndonos una historia simpática y positiva.
La cámara nos saca de la iglesia y nos traslada a las lápidas del cementerio adyacente. Ahí hay una tumba especial. Las primeras palabras de la película son una declaración ante esa sepultura, la de Simon Birch (que murió con doce años), que hace su amigo Josef (Joe): “estoy condenado a recordar a un niño muy peculiar. No debido a su aspecto, ni porque fuera la persona más pequeña que he conocido, ni siquiera por ser el causante de la muerte de mi madre; sino porque gracias a él creo en Dios. Descubrí la fe gracias a Simon Birch”. Cómo le ayudará Simon a creer se nos presenta, por tanto, como el tema central de la película, un tema más importante que su pequeña estatura o, incluso, que la muerte. Y ese “cómo” será a través de la amistad: a ambos les unirá el béisbol, coleccionar sus cromos…, bañarse juntos, y estar ante el pueblo “señalados”: Simon por su baja estatura, y Joe por ser hijo de madre soltera.
Joe fue viendo, en la medida en que compartía su vida con Simon, que éste pensaba y actuaba como alguien que se sentía expresamente querido así por Dios; es decir, no sólo no se rebela contra Él, sino que estaba convencido de que su físico no era fruto de la casualidad, de la mala suerte, de un fallo biológico, sino querido por Dios. Y que todo su ser (en el que incluimos su carácter y su pequeña estatura) estaba destinado al cumplimiento de una misión especial; es más, se consideraba así mismo como un milagro (los médicos no le daban muchas esperanzas de vida al nacer). Y aunque no comprenda del todo en qué consistirá su papel en la vida, está convencido de que no podría disfrutarla de la misma manera que siendo físicamente normal. Con otras palabras, su enfermedad forma parte de un plan y, aunque él reconoce que el contenido concreto de dicho plan le es inicialmente desconocido, sabe lo esencial: que está destinado a ser un héroe, que ha sido elegido por Dios para algo “gordo”. Esta profunda convicción, insisto, no sólo le ayuda a aceptarse como es y a sobrevivir en medio de las ironías y las miradas asombrosas de los demás, a encontrar un hueco entre sus compañeros, sino a darse a ellos…, a vivir su vocación, su vida como un darse, en primer lugar a Joe, su amigo del alma.
Pero volvamos por unos instantes a la lápida porque el director, presentándonos la muerte del protagonista antes de su nacimiento, está ya arrojando un tono de ironía al relato, quitando dramatismo a la muerte. Porque si nos descubre ya al inicio que Simon va a morir (y va a matar a la madre de Joe… algo que el espectador olvida pronto) no es para chafarnos el final, sino para decirnos que esa muerte es un final final (un final en plenitud, no un final biológico o trágico). Me explico: la palabra “final” o término alberga estos dos significados: a) “Se ha terminado el pan”, es el final del pan; no queda más pan; b) Pero cuando uno dice que “ha terminado el vestido”, es que el vestido ha llegado a plenitud, no que ha desaparecido (como el pan). Éste es el sentido que le quiere dar el director, por eso no nos chafa la historia: Simon cumplirá su misión, llegará a la plenitud de su vocación, aquella para la cual ha nacido, será un héroe. Por eso al espectador no le importa ya saber que va a morir, sino el descubrir si tiene realmente esa misión especial (de héroe) y ver cómo la llevará a término.
Finalmente, y antes de que presenciemos el nacimiento de nuestro protagonista, en el arranque se nos presenta otro personaje, la profesora de catequesis, la señorita “crisis”, a la que vemos asomándose a una ventana de la iglesia y decir: “Mirad en vuestro corazón y vivid en la esperanza del Señor”. Se lo dice a unos aburridos niños, pero también a quienes comienzan a ver la película: invitándonos a considerar que en esta frase también se condensa la historia que está a punto de empezar. Simon Birch esperaba llevar a término su vocación, conocer y realizar su misión especial, aquella por la que nació como nació.
2.Conversaciones sobre la fe
a) En el prado. Cuando Simon le dice que a su amigo Joe que “todo cambiará cuando Dios me convierta en héroe”. Con ese “todo” se está refiriendo en ese momento a la visión que los demás tienen sobre él. Su amigo duda, pero Simon le dice que está seguro de que será así porque tiene fe; es más, le dice a Joe que su problema es que no la tiene. Él le responde que sí…, pero que necesita pruebas.
Y ¿son realmente necesarias las pruebas para tener fe? Recordemos la respuesta de Abraham al rico epulón cuando éste precisamente se las pide para que sus hermanos crean. “Tienen a Moisés y los profetas”. O recordemos también el cariñoso reproche de Jesús resucitado a Tomás: “Trae aquí tu dedo y mira mis manos, y trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente. Respondió Tomás y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío! Jesús contestó: Porque me has visto has creído; bienaventurados los que sin haber visto han creído” (Jn 20, 27-29).
Una prueba, un hecho extraordinario, puede facilitarnos el creer pero no nos lo garantiza. Creer es algo mucho más profundo. Puede ayudarnos (como a tantos coetáneos de Jesús le ayudaron aparentemente los milagros), pero no provocar necesariamente la fe. Creer, en el fondo, es un don que se expresa en la voluntad: quiero creer. Por eso aseguraba Pascal que en este mundo hay suficiente luz para quien quiere creer y suficiente oscuridad para quien se mantenga en la postura contraria.
Las pruebas, en el fondo, restan mérito a la fe. Dios quiere que creamos por amor y confianza (sin “muletas”). Todo lo que necesitamos para ello está escrito en el Evangelio y si además tenemos un amigo… Porque las pruebas que Joe busca, el milagro que cree necesitar, todo eso es… Simon.
b) Nos remontamos ahora a la primera conversación que Simon tienen con el pastor después de que éste le castigase por intervenir en público: dijo que si la iglesia hacía de la venta de tartas una prioridad pues… tenía un problema.
-“¿Qué haces sentado en este rincón?, le pregunta el pastor.
–Pensando en Dios.
–¿En un rincón?
–La fe no está en una pared”.
No sé lo que Simon quiso decirle, pero su ejemplo de la pared me sugiere dos cosas. Primera: que Dios no está sujeto a un sitio concreto, salvo a la reserva de la Eucaristía (pero esto no lo iba a decir porque se trata de un pastor protestante, no de un sacerdote católico), ni tampoco a una imagen. Dios es transcendente a las cosas no forma parte de ellas, por eso el cristianismo, a diferencia de las culturas animistas e idólatras, sostiene que hay un espíritu que anime la cosas en su existencia, pero un espíritu transcendente, es decir, que no forma parte de las cosas. Y segunda: que la fe tampoco es fijismo, como fijo se queda el cuadro que se cuelga en la pared (como quien golpea una bola de billar en una mesa sin rozamiento y vive de ese toque toda la vida: a nuestra fe le harán falta varios toques durante la vida y encontrará rozamiento, desiertos, toboganes y hasta túneles del terror). Recordaba estas dos cosas porque llama la atención cómo Simon ve detrás de los diversos sucesos o cosas (que no son Dios) a Dios (eso es tener fe, eso es contemplación). Por ejemplo, cuando pasan la noche en el jardín con las linternas y acaban de conocer al novio de su madre, a Ben, Simon le pregunta a Joe: ¿Y si Dios lo ha enviado para ser tu padre? Porque piensa que “Dios tiene un plan para todos”. Otro ejemplo lo encontramos cuando va a rezar a la tumba de Rebeca y pide: “que los ángeles te lleven o te guíen hacia el paraíso”. Y de repente oye su nombre y piensa que es Dios quien le llama y le responde ¿qué quieres de mí? Pregunta que refleja que vive en presencia de Dios… (aunque no era Dios, era Joe… su amigo, el que le llamaba).
c) El trágico-cómico golpe con el que Simon saca la bola de béisbol del campo y mata a Rebeca, la madre de su mejor amigo, se entiende entonces como el modo de probar la fe de Simon. ¿Cómo podía Dios aumentar la fe de ese niño? Probándole en lo que más quería: ella era una madre para él. Como probó a Abraham con el sacrificio de Isaac… La siguiente escena es él solo en el puente, mirando al cielo, diciéndole a Dios: “lo siento”. Y el suceso no rompe la amistad con Joe… le perdona.
d) Pero el punto culmen de la fe de Simon, tras ser probada por la fortuita muerte de Rebeca, lo encontramos en la conversación que tiene con el pastor. Cuando el pastor le requisa la caja de cromos de béisbol. En su despacho. Simon le pregunta:
-“¿Tiene Dios un plan para nosotros?
-Me gusta pensar que sí.
-Y a mí, creo que Dios me hizo como soy por alguna razón.
-Bueno, me alegro de que tu fe te ayude a enfrentarte a tu situación (como aceptación).
-Yo no pienso así. Creo que soy su instrumento que me utilizará para llevar a cabo su plan.
-Es maravilloso tener fe pero no exageres”.
La respuesta del pastor es “vale, tienes fe, pero tampoco te pases”. Da la impresión de que “el vive de la fe”, pero no como quien se abandona y presenta a los demás el misterio, sino como quien ve la religión como algo oficial, como una profesión entre otras, desligada de su carga vocacional y, por tanto, de su esencia. Simon le gana en fe y lo que le está diciendo le machaca pues, en el fondo, él no ve el desliz que tuvo con Rebeca como algo que puede llegar a integrar en su historia y dar sentido ahora a su ser pastor. Su ideal se alejó de su vida (por el suceso del tren) y va ahora por otro camino; es más, le aleja de su matrimonio y de sus hijas. Su profesión queda reducida a algo formal, externo, institucional… cuando su vida personal parece ir por otro camino. El pastor tiene su vida rota (no la ha recompuesto con la oración). No disfruta de lo que hace. Él mismo se asombra de la fe del chaval. Esta opinión se remata con la conversación después de la lucha de citas de la sagrada escritura entre él y Simon…
–Simon, ¿qué quieres que te diga?
Y Simón le suelta la clave de todo: quiero saber que hay una razón para todo. Antes lo sabía, pero ahora no estoy seguro. Quiero que me diga que Dios tiene un plan para mí, un plan para todos nosotros. Por favor…
–Simon, no lo sé.
¿Qué le está diciendo? A diferencia de Simón, la fe del pastor se ha quedado clavada en una pared.
d) ¿Cuándo cree Joe? Cuando le cree. La primera manifestación la encontramos cuando Simon se pone enfermo y Joe va a visitarle a su casa. Los padres de Simon no le dejan entrar. Entonces Joe le dice al padre de Simon: “su hijo es un héroe, es un héroe, y usted no lo merece. Quería que lo supiera”. Ya está.
Me parece clave el modo en que miramos a los demás… Dios le veía como un héroe y para él era suficiente. Con nuestra mirada elevamos o empequeñecemos a los demás. Tú puedes o tú… no vales nada.
En el viaje de vuelta del campamento en el autobús, Joe le dice a Simon: “he pensado que quizás era tu destino, el ayudarme a encontrar a mi padre”. Sí, tal vez… le responde Simon. Y le dice “tal vez” porque su destino (es lo que Simon sigue pensando…) es el de ser un héroe.
3.Otros posibles temas
a) Sobre la muerte. Una voz en off en el segundo baño (una vez que Joe le ha perdonado por lo de su madre) dice: “Cuando alguien a quien quieres muere no lo pierdes de golpe, lo pierdes a trocitos con el tiempo como cuando alguien deja de escribirte” (y empieza a desaparecer el perfume de la casa… ese perfume que le recordaba a su madre)…
b) Sobre el tiempo. “El tiempo es un monstruo con el que no se puede razonar. Responde como un caracol a nuestra impaciencia. Y luego corre como una gacela y no puedes detenerlo. Simon y yo teníamos tanta prisa en averiguar que había al final del camino que no nos paramos a leer las señales que íbamos encontrando. ¿Cómo íbamos a saber que había una razón detrás de todo?”. La fiesta, el cielo, está en el camino. En un ascensor leí una vez una pegatina que decía: “la vida es como un ascensor. Unas veces estás arriba, otras abajo. Lo importante es disfrutar del viaje”. Nuestro Dios es un Dios de presente.
c) Conciencia del bien y del mal. Ben los va a sacar de la comisaría por montar ese jaleo en el despacho del profe de natación intentando buscar la bola de béisbol desaparecida. Los saca y los invita a perritos calientes o pizza… Joe acepta, pero Simon lo frena diciéndole. Sería como recompensarnos por portarnos mal. “No Joe, no deberíamos aprovecharnos de Ben. Nada de pizza”. ¿Qué sugiere? Que es mucho mayor y responsable de lo que parece, de lo que correspondería a su edad, pero que también tiene claro lo que está mal (y merece un reproche) y lo que está bien (y merece un premio).