Declaración de Santiago

Reunidos en la ciudad de Santiago de Chile, en el marco de la XIII edición del Congreso Internacional Ciencia y Vida, como académicos y profesores universitarios PROCLAMAMOS QUE:

1. El acceso a la vida es hoy la fuente más grande desigualdad entre los seres humanos.

2. Limar esta desigualdad supone proveer, no solo las garantías políticas que hagan posible por derecho el respeto a toda vida humana desde su inicio hasta su muerte natural, sino también ofrecer la cobertura de un servicio de salud justo, amplio y de calidad.

3. La creación, fomento y desarrollo de sistemas de salud no discriminatorios constituyen la base mínima de justicia y equidad de cada país.

4. La salud no sólo se refiere al ámbito de lo corporal, ni tampoco sólo a la calidad de vida, antes bien es preciso redescubrir la capacidad del hombre para convivir con el dolor y con el sufrimiento dándole su auténtico sentido trascendente y solidario.

5. Cada vez queda más claro que la salud personal y colectiva depende en gran medida de la austeridad y no del consumismo privado, y de la prodigalidad de la acción del gobierno en este campo.

6. Es misión de los gobiernos dotar las infraestructuras de calidad necesarias en vivienda, higiene y seguridad ambiental como modo de prevenir las dificultades y emergencias sanitarias presentes y futuras.

7. Es necesario ampliar la concepción de la bioética, como disciplina y como protocolos de actuación médica, de modo que incluya también aspectos de equidad, de justicia social, y la responsabilidad social de los sanitarios y los sistemas de salud para con toda la población.

8. Al tiempo que la labor del gobierno puede en los próximos años aparecer redundante en campos ahora cubiertos por la iniciativa social comunitaria y privada, la sanidad debe verse cada vez más como una de las principales tareas que justifican la misma existencia de los gobiernos.

9. La educación para la salud y los comportamientos saludables deben ser incorporados al currículo escolar de modo que la juventud sea consciente del valor supremo de la vida y aprenda a respetarla íntegramente y sin excepciones particularmente por lo que hace referencia a la vida naciente y doliente.

Santiago de Chile, a 28 de julio de 2007