Declaración Asunción 2017

 

Reunidos en la ciudad de Asunción, capital de Paraguay, con motivo del XXI Congreso Ciencia y Vida, tras las ponencias, conferencias y debates y en línea con los pronunciamientos programáticos de los veinte congresos anteriores, hacemos pública esta DECLARACIÓN en la que acordamos:

Proclamamos:

1.- Alzar la voz en súplica a los poderes constituidos, a las agrupaciones e instancias civiles y religiosas, y a todas las personas de nuestro entorno para que: a) comprendan, b) asuman, y c) acompañen, en primer lugar y sobre todo, a las víctimas que abundan por doquier en nuestras sociedades. La responsabilidad primigenia de cualquier representación pública es para con la víctima y a ellas, en cualquier forma y categoría que etiqueta a alguien como víctima, se debe prestar la atención y el empeño necesarios para cuidar su rehabilitación, satisfacción y reparación. De algún modo es ésta la misión que justifica cualquier poder.

2.- Recordar la importancia de prevenir la violencia estudiando sus tipos, causas y contextos. Para edificar una cultura de paz hace falta no ya solo fomentar comportamientos, actitudes y sentimientos pacíficos, y en concreto vivir el mensaje cristiano del amor al prójimo, sino también eliminar los coadyuvantes fácticos de la violencia de nuestros contextos sociales. El estudio e investigación al más alto nivel posible de los hechos violentos es una necesidad que deben incorporar hoy los centros de saber.

3.- Poner de manifiesto y denunciar las ideologías que justifican el uso de la violencia contra personas en los entornos públicos así como las tradiciones y costumbres que la amparan. Hemos de hacer un esfuerzo para erradicar de nuestras sociedades los ritos de paso que implican daño, las llamadas a la lucha de clases y la revolución armada, o la protesta violenta. El peso de la ley debe caer sobre quien no respeta al otro en la convivencia cívica. Particularmente hemos de impedir la violencia en los entornos educativos no tolerando ninguna de sus manifestaciones en las etapas de formación escolar.

4.- Abogar por la necesidad de actualizar el control social del que cada uno forma parte en su entorno privado para frenar la violencia doméstica. En los entornos íntimos de relación personal y en la familia, debe de verse como lo que es: un crimen gravísimo que hemos de extirpar de raíz. La contemporización o las justificaciones para la no denuncia de actos violentos en el entorno privado le hace a uno cómplice de los mismos. Las leyes y el rechazo social deben complementarse para evitar estas actitudes.

5.- Defendemos la conveniencia de una formación ética biomédica, respetuosa de la dignidad humana, que incluya la dispensación de cuidados paliativos al enfermo, de modo que nunca pueda darse el encarnizamiento terapéutico en ninguna de las etapas del proceso curativo o del acompañamiento en la etapa terminal de la vida.

6.- Denunciar la hipocresía de quienes pretenden fomentar una cultura de paz al tiempo que apoyan la violencia más sangrante, injusta y común que se da ya en muchas sociedades de países supuestamente avanzados. Nos referimos a la lacra del aborto. El aborto, que podemos considerar como el hecho violento más grave del mundo actual, es aceptado silenciosamente por muchos que se llaman pacifistas. La visibilidad de esta incoherencia puede ayudar a su necesaria erradicación pues supone uno de los factores deshumanizadores más lacerantes de la época actual.

7.- Visibilizar cómo los ataques al medioambiente son una forma de violencia ejercida contra nuestra casa común, contra nuestros descendientes y también contra nosotros mismos. Normalmente se ejercen para el beneficio económico de unos pocos, y los primeros en sufrir las consecuencias son los más pobres y desprotegidos de nuestra sociedad, en forma de enfermedades, privación de derechos y propiedad, etc.

8.- Por último, manifestamos la conveniencia de alimentar en todos los deseos de implementar actos de paz a nuestro alrededor. La paz, como la violencia, también es contagiosa. Para regalar paz es necesario tenerla, y para tenerla, cultivarla. Más allá de la tolerancia, el cuidado y el respeto del otro demandan la necesidad de que la paz anide en nuestros corazones. Recordemos que es difícil que haya paz donde no hay perdón, como tampoco es posible la amistad sin comprensión.

En Asunción, a 15 de julio de 2017.