Cada año (curso) la Universidad Libre Internacional de las Américas, ULIA, incorpora a su oferta educativa  nuevas maestrías, diplomaturas o cursos de experto, completando así la oferta de programas. Con motivo del inicio de curso hacemos una reflexión sobre la apuesta por las ciencias sociales que caracteriza la universidad, cuya identidad se haya en la defensa de la dignidad de la vida humana y la gratuidad, se divulga este comunicado:

DE ÁMBITOS, ENTORNOS Y ESCENARIOS

La realidad social es necesariamente plural y compleja, afectada de historias y tradiciones diversas, insertada en contextos y circunstancias peculiares, y sujeta al dinamismo propio de la acción humana. Se dice que en ella podemos considerar 4 entornos: 3 sociales (estado, mercado y comunidad) en terminología etziniana y 1 asocial. Y se habla también de dos ámbitos principales: el público y el privado, aplicándose los calificativos de civil y social, entre otros, a manera de precisión y distinción.

Para aclarar todo esto, que no deja de estar muy confuso en la des-ilustrada jerga política y mediática, quizá sea conveniente etiquetar la variedad de escenarios resultantes con algunos ejemplos. Así, si 1 es el estado, 2, la comunidad y 3 el mercado, la combinación de ámbitos y entornos nos daría una pluralidad de escenarios entre los que quedarían como más relevantes los siguientes:

Del Estado

1 público-estatal: exclusivo y monopolista del todo como uno, como en el caso del ejército

1 público-privado: apunta cierta participación y pluralidad como la externalización de servicios en salud, educación y seguros e infraestructuras.

De la Comunidad

2 público-civil: de la sociedad a la sociedad como las fiestas, religiones, tradiciones, lengua

2 privado-civil: de un sector a otro como las oenegés

2 privado-público: de un particular a otros como la educación concertada o los taxis.

Del Mercado

3 privado-semipúblico: de un proveedor a múltiples clientes, como la empresa

3 privado-social: de un proveedor a la sociedad, como los medios de comunicación.

Y como escenarios no sociales o antisociales:

4 privado-privado: la conciencia

4 privado-estatal: la corrupción, el hampa o el absolutismo.

En total son nueve escenarios principales de acción y operación que pueden variar en relevancia y contenidos según la ideología o el pragmatismo (la oportunidad) de los actores (incluido el analista), y de la situación, herencia y contexto de los momentos y lugares. Para detectar, comprender, relacionar y explicar todos estos escenarios está la política, un saber bastante complejo, que no debe de ignorarse, como de hecho se ignora por parte de tanto autoproclamado experto político (experiencia o saber que en principio se supone en quien juega a ello).

Ciertamente cuando en las instancias del poder o del contrapoder del tipo que sea se piensa solo en la dicotomía público-privado reduciendo esas nueve duplas a una, ya la entendamos como relación de oposición o de cooperación, no solo se sale uno de la realidad sino que va contra ella, pues se margina, ignora, o excluye la mayor parte de la misma hasta equivocarla por completo. Algo similar ocurre, aunque esto ya sea más en concreto patrimonio de cierta izquierda trasnochada, cuando añorando el totalitarismo se llega a confundir sociedad y estado en un ejercicio de moldealismo ideológico que acaba en el sectarismo de intentar esculpir la realidad que está fuera de uno al gusto de quien la piensa con y dentro de prejuicios, casi siempre hueros de discernimiento y objetivación.

Cada escenario demanda su propio trato y justificación y ahí entran en juego las diversas áreas del saber humano, y más en concreto las ciencias así llamadas sociales. Y ello se hace conjugando los puntos de vista y análisis de las cuestiones relacionadas para cada escenario con la identidad y las instituciones, la finalidad y los medios, o las consideraciones primeras de justicia, libertad, igualdad, y paz. Aquí entran en juego también las aportaciones del derecho, la economía y la sociología.

Se verá entonces con mayor claridad que el objetivo propio de las cuatro ciencias sociales que hemos nombrado es el estudio de la realidad social. De la política el orden, del derecho la ley, de la economía los bienes, y de la sociología el cambio. Las cuatro van de la mano y se complementan y ayudan.

A mi juicio el saber social es, hoy en día, una apuesta necesaria que demanda un esfuerzo, visión, e inversión en la consolidación de cualquier proyecto educativo, máxime en la educación superior. Es de lo que menos se sabe y más se habla; lo que más interesa por la importancia de los problemas que trata; y lo que en mayor medida afecta a las demandas del mundo contemporáneo de cara al futuro.

Dejando al margen las ciencias de la salud, cuya importancia relativa es más o menos constante y firme a lo largo de la evolución del saber humano y de los centros donde se procura, me parece que es pertinente constatar al respecto de la relación de saberes en la actualidad, que siendo cierto que las humanidades son importantes e imprescindibles y que no habiendo duda de que la técnica es necesaria, el devenir tiene sus apuestas y gustos. Si en un momento se consideraron las humanidades como el saber capital dando la categoría de instrumental respecto a ello a lo social y lo técnico, y más tarde lo técnico pasó a ser cardinal, hoy las ciencias sociales son el saber central. Un saber necesitado de la instrumentalidad básica de las humanidades y afectado de manera determinante por el progreso técnico, pero que demanda un reconocimiento y trato del que todavía carece en la mayoría de los centros de saber.

Los problemas de nuestras vidas, en la medida que problemas sentidos, son en su mayor parte problemas de naturaleza social. Problemas de ámbitos, entornos y escenarios relacionales. Bien es verdad que nunca antes hemos estado tan juntos, nunca antes nos hemos influenciado más unos a otros, nunca antes la presencia ajena nos ha sido tan patente ni nuestra exposición a ella tan manifiesta, y nunca antes nuestras acciones han llegado tan lejos ni las de los más lejanos nos han interpelado tanto. Por otra parte, nunca hemos estado sujetos a más poderes ni la técnica nos ha capacitado tanto para ejercer poder sobre los demás.

Los escenarios actuales están dotados de una diversidad extensa e intensa, cuantitativa y cualitativa, que hace pertinente una capacitación mucho más profunda que la disponible para poder comprender el mundo en que vivimos y hacerlo útil, sano y acogedor para la vida humana en sociedad. Y esta misión y reto requieren una apertura de miras y un bagaje cultural que hacen necesario repensar los parámetros que se han usado hasta ahora para educar a la siguiente generación. Hay ciertos contenidos que hemos de desaprender, prejuicios de los que hay que liberarse, y corporativismos que hay que superar, para acceder a un genuino cambio educativo. ¡Y estamos tan lejos de ello!

Uno de los principales obstáculos es el que representa la misma comprensión de la educación como propia del escenario público-estatal. Partiendo de un camino equivocado no hay posibilidad de llegar a ninguna meta prevista. No es de extrañar que en muchos lugares este escenario haya devenido en antisocial, en privado-estatal, en la medida en que la corrupción, el sectarismo ideológico y las mafias instaladas lo han convertido en coto excluyente de ejercicio de poder, no ajeno muchas veces a la pretensión de imponer uniformidades de pensamiento.

El cambio es el objeto propio del conocimiento sociológico. La sociedad es cambio: progreso y decadencia a la par en continuo movimiento. Trasiego veloz que en la aceleración contemporánea ha motivado que la sociedad se escape del pensamiento. Va muy por delante sin darnos tiempo a comprender, y mucho menos a proponer con sabiduría y ciencia la dirección del camino a seguir. De ahí la necesidad de impulsar el pensamiento hacia un conocimiento del dónde estamos que posibilite ver más allá del terreno que pisamos. Y entonces vendrán las propuestas: políticas y económicas enmarcadas en el derecho e impulsadas por el deber.

Necesitamos que la razón tome el control. Nunca antes ha sido tan necesaria esa distinción entre razón y sinrazón no ya en el abstracto de la elucubración sino en el concreto del obrar. Una razón que es entonces social.

José Pérez Adán

Rector, Universidad Libre Internacional de las Américas.